jueves, 23 de noviembre de 2017
POR QUÉ
EN LAS BIBLIOTECAS MEDIEVALES COLOCABAN LOS LIBROS DE UN MODO DIFERENTE
¿Cómo colocar los libros? Esa pregunta da muchas respuestas de muchos estilos. Cada quien tiene su
método y de vez en cuando aparecen modas. En el siglo XIX, lo cool era que
todos tus libros fuesen del mismo tamaño y tuviesen las mismas tapas, por lo
que se encuadernaban los libros de forma personalizada y también se recortaban
los libros que no encajaban con la medida que se usaba. Hoy nos dejamos llevar
por nuestras necesidades o por lo que nos gusta ver. Si se echa un vistazo en
Pinterest o en Instagram, la moda parece ser ahora la de ordenar los libros por colores.
Lo que si
tenemos claro es que, en general, los libros se colocan en vertical, con los
lomos de cara a nosotros para ver bien cuál es el título. Sin embargo, no
siempre fue así como se ordenaban las bibliotecas.
Como explica en La pasión por los libros Francisco Mendoza, en las
bibliotecas medievales los libros solían estar apoyados en las mesas o en los pupitres. Eran libros muy pesados, que no se esperaba mover de un lado a otro (no
hay que olvidar que los libros de más valor solían estar encadenados). Pero no
solo cambiaba cómo eran los libros o dónde estaban situados, sino también el
cómo se colocaban. Los
libros solían estar en posición horizontal. En uno de los cortes (Mendoza explica que habitualmente era en el
delantero) se solía poner el título a tinta. Por eso, muchos libros antiguos
están marcados de esa manera.
De hecho, los libros medievales solían
ocupar algo así
como medio metro cuando se abrían (lo que no parece – si pensamos en la
lectura con los parámetros actuales – que fuese muy cómodo para leer en
cama antes de dormir la verdad…). Por eso, las imágenes que han quedado en
cuadros e ilustraciones de gente leyendo o escribiendo libros en la Edad Media
son de personas sentadas en algún tipo de pupitre con el libro puesto en una
especie de atril.
Los libros
tenían además tamaños diversos (no había un estándar ni medidas recurrentes) lo
que hacía que almacenarlos fuese aún más difícil. También lo era localizar el
libro que querías, por lo que en la Edad Media usaban un sistema de marcas.
Cada libro tenía su propia marca que era registrada en un catálogo y que
indicaba dónde estaba.
Los libros no se empezaron a colocar del modo en el que hoy damos por hecho
hasta bastante más tarde. Los libros empezaron a ponerse en vertical y con los lomos hacia afuera en el
siglo XVI. Fue cuando los lomos empezaron
también a incluir el título del libro.
martes, 26 de septiembre de 2017
63 LIBROS IMPRESCINDIBLES PARA JORGE LUIS BORGES
Si dentro de cada gran escritor se esconde un gran lector, Jorge Luis Borges es un ejemplo
claro (no en vano aseguraba que, si de algo se
enorgullecía, era de los libros que había leído). Era, además, un consumidor ecléctico y libre, que no se guiaba por pretensiones intelectuales (se atrevía a despreciar
a Goethe, James Joyce o Gabriel García Márquez) sino simple y llanamente por el gozo de leer. Por eso, uno no puede menos que confiar en su criterio.
Y los de la editorial Hyspaméria debían de tenerlo también muy claro cuando
le pidieron, allá por 1985, que seleccionase 100 títulos de lectura imprescindible,y que escribiera el prólogo de cada uno de ellos. Solo le dio tiempo a
elegir 61 libros antes de morir, pero fueron todos publicados en una colección
llamada “Biblioteca personal”.
Es también famoso (y bellísimo) el prólogo a la colección, que dice lo
siguiente:
“A lo largo del tiempo, nuestra memoria va formando una biblioteca dispar,
hecha de libros, o de páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. Los textos de esa íntima biblioteca no
son forzosamente famosos. La razón es clara. Los profesores, que son
quienes dispensan la fama, se interesan menos en la belleza que a los
vaivenes y en las fechas de la literatura y en el prolijo análisis de libros
que se han escrito para ese análisis, no para el goce del lector.
La serie que prologo y que ya entreveo quiere dar ese goce. No elegiré los
títulos en función de mis hábitos literarios, de una determinada
tradición, de una determinada escuela, de tal país o de tal época. “Que
otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto
de aquellos que me fue dado leer”, dije alguna vez. No sé si soy un
buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector. Deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de tantas literaturas. Sé que la novela no es menos artificial que la alegoría o la ópera, pero incluiré novelas porque también ellas entraron en mi vida. Esta serie de libros heterogéneos es, lo repito, una biblioteca de preferencias.
buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector. Deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de tantas literaturas. Sé que la novela no es menos artificial que la alegoría o la ópera, pero incluiré novelas porque también ellas entraron en mi vida. Esta serie de libros heterogéneos es, lo repito, una biblioteca de preferencias.
María Kodama y yo hemos errado por el globo de la tierra y del agua. Hemos
llegado a Texas y al Japón, a Ginebra, a Tebas, y, ahora, para juntar los
textos que fueron esenciales para nosotros, recorreremos las galerías y los palacios de la
memoria, como San Agustín escribió.
Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los
volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción,
singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la
psicología ni la retórica. “La rosa es sin porqué”, dijo Ángelus
Silesius; siglos después, Whistler declararía “El arte sucede”.
Ojalá seas el
lector que este libro aguardaba”.
¡Pero vayamos ya con esos 63 títulos imprescindibles para Jorge Luis Borges!
1. Julio Cortázar:
Cuentos
2. Evangelios
apócrifos
3. Franz Kafka:
América. Relatos breves
4.
Gilbert Keith
Chesterton: La cruz azul y otros cuentos.
5.
Maurice
Maeterlinck: La inteligencia de las flores
6.
Dino Buzzati: El
desierto de los tártaros
7. Henrik Ibsen: Peer
Gynt. Hedda Glaber
8.
José María Eça
de Queiroz: El mandarín
9. Leopoldo Lugones:
El imperio jesuítico
10. André Gide: Los
monederos falsos
11. Herbert George Wells: La máquina del tiempo. El hombre invisible
12. Robert Graves: Los
mitos griegos
13. Fiodor Dostoievski:
Los demonios
14.
Edward Kasner
& James Newman: Matemáticas e imaginación
15. Eugene O’Neill: El gran dios Brown. Extraño interludio.
16.
Herman Melville:
Benito Cereno. Billy Budd. Bartleby, el escribiente
17.
Giovanni Papini:
Lo trágico cotidiano. El piloto ciego. Palabras y sangre
18. Arthur Machen: Los
tres impostores
19. Fray Luis de León: Cantar de cantares. Exposición del Libro de Job
20. Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas. Con la soga al cuello
21. Oscar Wilde:
Ensayos y diálogos
22.
Henri Michaux:
Un bárbaro en Asia
23.
Hermann Hesse:
El juego de los abalorios
24.
Enoch A.
Bennett: Enterrado en vida
25.
Claudio Eliano:
Historia de los animales
26.
Thorstein
Veblen: Teoría de la clase ociosa
27.
Gustave
Flaubert: Las tentaciones de San Antonio
28.
Marco Polo: La
descripción del mundo
29. Marcel Schwob:
Vidas imaginarias
30. George Bernard
Shaw: César y Cleopatra. La comandante Bárbara. Cándida
31. Francisco Quevedo: La Fortuna con seso y la hora de todos. Marco Bruto
32. Eden Phillpotts:
Los rojos Redmayne
33. Sóren Kierkegaard:
Temor y temblor
34. Gustav Meyrink: El
Golem
35.
Henry James: La
lección del maestro. La vida privada. La figura en la alfombra
36.
Heródoto: Los
nueve libros de la Historia
37. Juan Rulfo: Pedro
Páramo
38. Rudyard Kipling:
Relatos
39. Daniel Defoe: Moll
Flanders .
40.
Jean Cocteau: El
secreto profesional y otros textos
41.
Thomas de
Quincey: Los últimos días de Emmanuel Kant y otros escritos
42.
Ramón Gómez de
la Serna: Prólogo a la obra de Silverio Lanza
43.
Selección
de Antoine Galland: Las mil y una noches
44.
Robert Louis
Stevenson: Las nuevas noches árabes.
45.
León Bloy: La
salvación por los judíos. La sangre del pobre. En tinieblas
46. Poema de Gilgamesh.
47. Bhagavad-Gita
48. Juan José Arreola:
Cuentos fantásticos
49. David Garnett: De dama a zorro. Un hombre en el zoológico. La vuelta del
marinero
50. Jonathan Swíft:
Viajes de Gulliver
51. Paul Groussac:
Crítica literaria
52. Manuel Mujica
Láinez: Los ídolos
53.
Juan Ruiz: Libro
de buen amor
54. William Blake:
Poesía completa
55.
Hugh Walpole: En
la plaza oscura
56. Ezequiel Martínez
Estrada: Obra poética
57. Edgar Allan Poe:
Cuentos
58. Publio Virgilio
Marón: La Eneida
59. Voltaire: Cuentos
60.
J. W Dunne: Un
experimento con el tiempo
61.
Attilio Momigliano.:
Ensayo sobre el Orlando Furioso.
62. William James: Las variedades de la experiencia religiosa. Estudio sobre la
naturaleza humana
63.
Snorri
Sturiuson: Saga de Egil Skallagrimsson
jueves, 13 de julio de 2017
lunes, 12 de junio de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)